Hace ciento cincuenta años, el 11 de febrero de 1873, se proclamaba por primera vez en España la república como forma de gobierno. Fue la búsqueda de una salida de emergencia a la situación que había creado, una vez que las Cortes, que era donde la Constitución de 1869 había residenciado la soberanía nacional, aceptaron la abdicación de Amadeo de Saboya.
En aquellas Cortes que proclamaron la república, los diputados republicanos eran una minoría y dicha forma de organización del Estado, como reconocía quien fuera el último de sus presidentes, don Emilio Castelar carecía de una sólida base social. A esas dificultades se sumaban las profundas diferencias que existían en el seno de los propios republicanos acerca de cómo debía articularse dicha forma de Estado.
Frente a los unitarios de abolengo jacobino, defensores de un gobierno fuerte que concentrara en sus manos el poder, como era el caso de Francia, estaban los federalistas que aspiraban a un modelo parecido al de los Estados Unidos de América o a la Confederación Helvética con el poder político muy descentralizado.
Entre los propios federalistas tampoco había acuerdo. Mientras que Pi y Margall y sus seguidores proponían una república federal construida sobre la base de una constitución que fuera la columna vertebral del sistema, los más radicales -en 1873 se les denominaba intransigentes- sostenían que el edificio federal debería construirse de abajo arriba.
Es decir, serían los ayuntamientos quienes proclamarían la república como entes independientes y posteriormente se federarían en agrupaciones de mayor entidad. Esta última opción es la que impulsó el movimiento cantonal que derivó en una guerra abierta en el verano de 1873 y que, en el caso de Cartagena, se prolongaría hasta enero de 1874.
La inestabilidad política fue la nota dominante en la política española de aquel 1873, que vio desfilar a cuatro presidentes -Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margal, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar- en menos de once meses; los que van del 11 de febrero de aquel año hasta la madrugada del 3 de enero de 1874 en que tropas de la guarnición de Madrid -una compañía de infantería y otra de la Guardia Civil-, cuyo capitán general era Manuel Pavía, entraron en el palacio de la Carrera de San Jerónimo al perder Castelar la moción de confianza que había presentado para que los diputados aprobasen su gestión al frente del ejecutivo.
Pavía, inmediatamente, ofreció la presidencia del Gobierno al general Serrano, que había tenido que exiliarse en mayo al fracasar otro intento de golpe de Estado, quien aceptó sin vacilar la presidencia de la república. Gobernó a base de decretos y con las Cortes disueltas hasta finales de 1874 en que el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, proclamando al príncipe Alfonso de Borbón como Alfonso XII, restauraba la monarquía borbónica.
Los discursos de Salmerón y Castelar en aquella madrugada del 2 al 3 de enero de 1874, enfrentados dialécticamente y con la amenaza del golpe de Estado a las puertas del Congreso, fueron particularmente brillantes. Se refirieron en ellos a los males que aquejaban a la patria, algunos de los cuales son de rabiosa actualidad ciento cincuenta años después.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 10 de febrero de 2023 en esta dirección)